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FIMBA Días 3 y 4

Por Eduardo Slusarczuk

Entre los maravillosos caminos sonoros de las suites de Johann Sebastian Bach, la vigencia inapelable de Toquinho, el atrapante universo de canciones de Ana Prada, el abanico creativo que confluye en el piano de Adrián Iaies y el mágico viaje en el tiempo a través de obras corales que fueron del siglo XV al XX, propuesto por el Tous Ensemble, la tercera y cuarta jornada de la tercera edición del FIMBA (Festival Internacional de Música Bariloche) ratificaron su alto piso de calidad.

Y su capacidad, además, para albergar una diversidad estética que por amplia que sea siempre logra encontrar puntos en común, de la mano de la OFRN (Orquesta Filarmónica de Río Negro), dirigida por Martín Fraile Milstein, uno de los creadores del encuentro que, organizado por la Secretaría de Estado de Cultura de Río Negro y el Emprotur se extiende desde el pasado 25 de mayo hasta este 29.

Pero la “experiencia” FIMBA -si así le llaman a otras encuentros musicales, éste en particular cumple con todos los requisitos para ser denominado así- comienza y termina mucho más allá de las paredes entre las cuales se desarrollan los conciertos.

Recorrer los casi 25 kilómetros que separan el Centro Cívico de la ciudad del Camping Musical Bariloche, entre banquisas nevadas y a la vera del Nahuel Huapi es, de por sí, una invitación a la contemplación y la emoción, que este viernes Stanimir Todorov expandió de manera notable con su interpretación exquisita de las Suites para violonchelo solo 2, 4 y 5. Una sensación que se replicó al día siguiente, rumbo a la presentación de solo piano de Adrián Iaies, en el mismo escenario.

Ambos episodios del Festival hermanados por un entorno que respira música y por el que pasaron muchos de los grandes nombres que enriquecieron ese arte en la Argentina, por el marco imponente del ocaso sobre el contorno de la montaña y la vegetación como una película proyectada sobre el “telón de fondo” abierto a la naturaleza, y por su calidad de artistas de alto vuelo.

La autoridad de Todorov al mando de su violonchelo, cuyo sonido se proyecta con inusitada potencia, sobre el cual sus dedos viajan con tanta seguridad como sutileza, para contrastar la vorágine de la Courante de la segunda suite con el pianísimo final de la Sarabande de la cuarta, en un discurso que adquirió una expresividad adicional en el modo en que el músico búlgaro radicado en nuestro país abordó la obra.

Otro de los puntos de contacto, este último, compartido con la manera en la que Iaies se vinculó con el piano y respaldado por la excelente acústica el Camping, poniendo todo su cuerpo a disposición de las creaciones de Charlie Parker, Luis Alberto Spinetta, Juan Carlos Cobián o María Elena Walsh. Mientras toca, el pianista canta, marca el ritmo con su pie y compromete hasta su última fibra en aquello que suena.

Y lo que sonó, entre otras piezas, fue Laura va, La casita de mis viejos (con algunas citas “gershwinianas”), Serenata para la tierra de uno y la preciosa Lotus Blossom, de Billy Strauyhorn, a modo de un bis coronado con una versión libre de Cuando ya me empiece a quedar solo. Un acto de justicia artística, traer a nuestro Charly García al FIMBA en forma de canción.

Ana Prada, Yorka y un puñado de canciones para vivir mejor

La canción, precisamente el terreno en el que dieron cátedra tanto Ana Prada, el viernes, como Toquinho el sábado. Creo que todos deberíamos tener una Ana Prada a mano a la cual recurrir en casos de emergencia emocional, para que nos transforme la angustia en canción. Probablemente no exorcizará el sufrimiento, pero al menos habrá algo de belleza en el dolor.

Bastó con que la cantante y compositora uruguaya comenzara a desandar los versos de Palabras de amor, un estreno de cara a su próximo lanzamiento discográfico, para que el teatro La Baita quedara bajo el poder de seducción de palabras que derriban cualquier coraza. “Tuve que arrastrarme como versos de canción”, cantó con una voz que transmite una honestidad artística inusitada y sólo quedó esperar el silencio para que el primer abrazo del público la envolviera en forma de aplausos.

Siguieron Final, de Eduardo Darnauchans; Chiquillada, “de El Sabanero, no de Elsa Balero”, en plan karaoke, siempre en sintonía perfecta con la Filarmónica rionegrina con Fraile al frente, intérprete cabal de los arreglos de su propio director, de Popi Spatocco y de Guillo Espel. También hubo tiempo para que Prada repasara Tu vestido y Tentempié a solas con su guitarra, antes de cerrar su participación en el FIMBA con Soy Pecadora junto a Yorka y a toda orquesta.

Precisamente fueron las hermanas chilenas Yorka y Daniela Pastenes quienes abrieron el programa compartido con Prada imponiendo sus condiciones vocales con Cae; el clásico de Los Jaivas Mira niñita; Viento, un estreno cargado de emotividad; y La torpeza, entre otros temas. Todos, realzados de gran modo por la OFRN. A tal punto, que uno piensa que no importa qué tan buenas sean las versiones ya grabadas de esas canciones, deberían tener un nuevo registro en el formato patentado en el FIMBA.

Un rato antes, la catedral Nuestra Señora del Nahuel Huapi había sido el continente ideal para el más que interesante programa coral transitado por el Tous Ensemble, bajo la dirección de Emiliano Linares, maestro de ceremonias y “docente” de ocasión. Con una interpretación de fantástica factura, el cuerpo trajo al presente con igual solvencia obras del siglo XVI (Ave Verum Corpus, de William Byrd) como del XX (la bellísima Laudate Dominum, de Josep Vila i Casañas), abriendo el jugo al plano de lo folclórico con la Chacarera sin final de Tavera y Farías Gómez a modo de cierre.

El “factor” Toquinho, un puente entre pasado y presente hecho de clásicos imbatibles

Protagonista de una generación que hizo de la música brasileña un arte universal, en tiempos que sintonizaban con una Argentina en plena efervescencia creativa, sólo escuchar a Antônio Pecci contar sus anécdotas compartidas con Vinicius de Morales, Joao Giberto, Jorge Ben Por, Ástor Piazzolla, Baden Powell o Mercedes Sosa sería más que suficiente para meterse en un teatro y pasar allí una buena cantidad de horas.

Pero si ese anecdotario, impregnado además por los recuerdos de La Fusa, cuna de dos álbumes surgidos de improvisaciones y convertidos en referencia ineludible de la música brasileña, viene acompañado por clásicos imbatibles como Carota De Ipanema, Berimbau o Chega de saudade, versiones de El día que me quieras y Por una cabeza que el músico despliega desde su guitarra en un estilo que funde la esencia de la canción con su toque nordestino, o de A casa y O caderno, de su cosecha de canciones infantiles, la oferta es irresistible.

Más aún, si el tramo final llega con Aquarela, cuya vigencia se confirma en los 36 millones de reproducciones que registra en Spotify y en las voces que se sumaron a la del artista en un teatro La Baita colmado hasta su último rinconcito, de la misma manera que lo hicieron para cantar eso de “tristeza não tem fim, felicidade sim nao”.

El paso de Toquinho por Bariloche, acompañado por Camila Faustino, dueña de una voz estupenda y de una presencia que impacta, será recordado por mucho tiempo. Como lo será la sociedad que con él estableció la Filarmónica de Río Negro, seguramente una de las muy pocas orquestas de su clase que puede presumir de tener un entusiasta acompañamiento de fans que la reciben y saludan como si se tratar de una estrella del pop.

Juntos, Toquinho, Camila y la OFRN cerraron a lo grande una jornada que tuvo en la Catedral barilochense al cuarteto Opus Cuatro en una nueva escala de su Despedida, del mismo modo que a María Silva en Dina Huapi y a Pepa Díaz en Estación Araucanía, camino al último capítulo de la tercera edición del FIMBA, que llegará a su final en la noche de este domingo 29 de mayo.

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