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Dos arrolladoras presentaciones de la chilena Pascuala Ilabaca,
llamada a ser la gran revelación del Festival y sendos conciertos de los
ensambles Cuerdas del Atlántico Sur y Filarmónica Jazz Band
recorrieron con originalidad el mapa musical del continente

 

Dos presentaciones arrolladoras de la cantante y compositora chilena Pascuala Ilabaca junto a su
banda Fauna en el Teatro La Baita y un doble programa compuesto por el Ensamble de Cuerdas del
Atlántico Sur y la Filarmónica Jazz Band en el Teatro de la Usina en la Biblioteca Sarmiento,
convirtieron este jueves la segunda jornada del FIMBA, organizado por el Gobierno de la Provincia
de Río Negro, en una maravillosa celebración de la música de raíz de la América más profunda, de
sus latitudes más australes a su Norte más lejano.

En un mundo donde las clasificaciones y encasillamientos están a la orden del día, la propuesta
musical de la cantante y compositora condensa suele ser descripta como una mezcla de
«composición contemporánea, las tradiciones étnicas del mundo y raíz folclórica chilena”. Sin
embargo, la definición wikipedica no alcanza para abarcar lo que Ilabaca y los suyos desplegaron
en su festejado debut barilochense.

Plantada en lo más profundo de la tradición musical transandina, la artista eligió como punto de
partida la bellísima cueca Por qué se fue la paloma, para enseguida impregnar la sala con los
sonidos del altiplano que enmarcan El Baile del Kkoyaruna, y a continuación hacer escala en un
norte bastante más alejado, con Son de la vida. De ahí a cruzar el Río Bravo, para Pascuala fue solo
pasar de acordeón al teclado, y para su banda, seguir sorprendiendo con su infinita paleta sonora.

En ese punto, es imposible no dedicar un párrafo aparte para Fauna, el soporte sónico de Ilabaca,
con una base rítmica demoledora, sostén de la multiplicidad de matices compartidos por la
guitarra y un dúo de vientos todo terreno, que demostró poder mutar de un dúo andino de quena
y erque (“camuflado” en en trombón) a una sección de Big Band con apenas cambiar de perfil.

Respaldada por ese equipo de lujo, la cantante, reconocida como una portavoz del feminismo
chileno, con una voz cautivante y de potencia inaudita, que por momentos se transforma en un
instrumento más, paseó también por el soul, el jazz, la cumbia y hasta ciertos aires de ska, que le
dieron marco a Te traigo flores, una de tatas canciones que a lo largo de sus presentaciones
establecieron un diálogo directo entre la cantante y el público, que respondió sin reparos a la
invitación al baile.

En ese clima, Pascuala compartió las armonías de La luna llena con Julia Ortíz, de Perota Chingó;
convocó la memoria de la cantante y actriz peruana Yma Sumac, reivindicó el perfil indigenista de
la poetisa Gabriela Mistral a través de Canción Quechua y dejó en La Baita la inequívoca sensación
de que en el balance final, sus shows serán recordado como una de las grandes revelaciones del
FIMBA 2025.

Cuerdas argentinas y un delicioso cóctel jazzero
A poco más de 100 metros de La Baita, en uno de los vértices del Centro Cívico inaugurado en
marzo de 1940 durante la gestión de Exequiel Bustillo como director de Parques Nacionales, en el
edificio de la Biblioteca Sarmiento que alguna vez albergó la primera escuela secundaria de
Bariloche, el Teatro de la Usina fue un escenario inmejorable para dos de los 11 ensambles de la
Filarmónica de Río Negro.

Una acústica privilegiada y aromas de madera fueron el continente del viaje sonoro que
propusieron los nueve integrantes de Cuerdas del Atlántico Sur, con un itinerario que partió de la
tierra colorada del Chango Spasiuk, con Mi pueblo, mi casa, la soledad, para causar al NOA a
bordo de un par de vidalas y comenzar un recorrido hacia el sur con un par de chacareras -con
Facundo Catalán, del ensamble Trepún Trío, en bombo-, para detenerse en una preciosa versión de
la zamba La serenateña.

Cuatro violines, dos violas, dos chelos y un contrabajo como estructura de carácter “académico”
para una especie de relectura de músicas argentinas de raíz, donde la voz la aportan no sólo los
violines o los chelos, según la ocasión, sino también la memoria de haber escuchado muchas de
esas canciones una y otra vez.

El tango, que le cae como anillo al dedo al ensamble, tuvo su capítulo, como punto de inicio del
regreso al litoral con una guarania, Che negrito; y El tero, un chamamé que merced a la
expresividad de su interpretación alentó algún tímido sapucai entre el público. El final llegó de la
mano de dos piezas de Néstor Garnica, El gato de la negra y Chacarera del violín, y como frutilla
del postre un guiño al gran Don Sixto Palavecino, que de andar por aquí sin dudas sería fan del
Cuerdas del Atlántico Sur.

Pero como el FIMBA se trata en parte, de atravesar fronteras estilísticas sin visas ni trámites
engorrosos, con los ecos del violín sachero aun resonando en el ambiente, la Filarmónica Jazz Band
subió a escena para transitar un repertorio que convocó a compositores como Hoagy Charmicael
(Stardust), Duke Ellington (Don’t Get Around Much Anymore), Dizzie Gillepie (Night in Tunisia) y
una tan ocurrente como original pieza de Germán Lema, tecladista de la formación, que se lució en
cada una de las interpretaciones.

Concierto en la Catedral y tango clásico
Para este viernes 26, la programación del FIMBA tendrá a la Filarmónica de Río Negro, dirigida por
Martín Fraile Milstein, creador del Festival, con el chelista estadounidense Lars Hoefs, a las 17 en la
catedral Nuestra Señora del Nahuel Huapi, con un programa sinfónico que incluirá obras de Mozart
(Obertura ‘Las Bodas de Figaro’, KV 492); Heitor Villa-Lobos (Concierto para Violoncello Nro 2,
W516); y Jean Sibelius (Sinfonía Nro 4, op. 63). En tanto, el tango tendrá su gran tarde noche con
dos presentaciones de Ariel Ardit, a las 18 y a las 21, en el Teatro La Baita.

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