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El cantautor paraibano Chico César regresa al país en el marco del festival, celebrando los 30 años
de su emblemático disco Aos Vivos. Antes de subir al escenario, habla de política, de su vínculo con
la música y del legado de las grandes figuras de la canción brasileña.

—En Brasil se habla mucho sobre la amnistía a Bolsonaro. ¿Cómo ves ese debate?
La amnistía no pasa por el presidente Lula, como algunos creen. Es una decisión que compete al
Supremo Tribunal Federal. Sin embargo, los parlamentarios quieren llamar para sí una
responsabilidad que no es de ellos, porque su intención es liberar a Bolsonaro. En ese caso,
volveremos a las calles para decir una vez más: “No a la amnistía”.

—Vos empezaste como periodista. ¿Qué te quedó de esa etapa en tu vida?
El periodismo me dejó un espíritu crítico y una disposición para escuchar. También una cierta
paciencia: esperar al otro, darle espacio. Eso se mezcla con la vida del artista, porque vivimos con la
expectativa de si el público vendrá o no.

—¿Qué recuerdos tenés de tu primera visita a este festival?
Muy pocos, porque llegué enfermo, con fiebre y escalofríos, y pasé la mayor parte del tiempo en
cama. Mis músicos recorrían la ciudad, hablaban del lago y de la belleza del lugar, pero yo no podía
moverme. Sin embargo, aquella noche, con dos conciertos intensos, el calor del público y el
contacto directo con la gente, sentí que volví curado a Brasil. Ahora, al regresar, me encuentro con
el mismo hotel y me parece increíble no haber recordado nada de aquella vez, salvo la música.
Este festival me resulta fundamental porque no separa: no es “popular” contra “erudito”, “rock”
contra “sinfónico”. Aquí todo convive, y eso me parece un concepto muy democrático, plural y
disruptivo.

—Este año celebrás tres décadas de Aos Vivos. ¿Cómo será el repertorio de este concierto?
El disco fue grabado en São Paulo, solo con voz y guitarra. Tenía 30 años cuando lo registré y 31 al
lanzarlo. Ahora cumplimos 30 años de aquel álbum y lo vamos a tocar completo, de principio a fin.
Están canciones como Mama África, A Primeira Vista o Templo, que se transformaron en icónicas.
Y si el público lo quiere, después sumamos otros temas de distintas etapas de mi carrera. Es una
celebración no solo de un disco, sino de la vida artística.

—Mientras vos celebrás, artistas como Caetano y Gilberto Gil anuncian sus giras de
despedida. ¿Qué significa eso para tu generación?
Ellos, junto con Chico Buarque, Milton Nascimento, Hermeto Pascoal, Jorge Ben, Egberto
Gismonti, Edu Lobo y muchos más, sembraron muchísimo. Nos dejaron una herencia inmensa.
Pero al mismo tiempo hay jóvenes —como Maria Gadú, o los propios hijos de Caetano— que están
creando cosas bellísimas. Eso nos da tranquilidad: la música brasileña sigue creciendo, se renueva.

—Después de 30 años de carrera, ¿la música tiene un significado distinto para vos?
Para mí sigue siendo lo mismo: la forma de expresar mi contacto con la vida. Es cómo traduzco lo
que vivo y lo comunico a través de la música. A veces compongo en un avión, en un taxi, después
de hacer las compras en el supermercado. Mama África, por ejemplo, surgió cuando iba a buscar a
mi hermana al aeropuerto. Otras veces aparecen canciones inesperadas, como O Rifle Azul, que bajó
de golpe con un aire de himno de la guerra civil española, sin que yo supiera por qué.
La cultura es justamente eso: transformar la naturaleza y la vida en otra forma de existencia. La
música forma parte de ese proceso.

—¿Y esas canciones emblemáticas de tus inicios alguna vez fueron una carga a la hora de
componer nuevas?
No. Nunca sentí esa presión. Yo no compuse pensando en un disco: las canciones surgieron de la
vida. Cuando apareció la oportunidad de grabar, elegí las que funcionaban mejor con voz y guitarra.
Después vinieron otras que grabaron Bethânia, Daniela Mercury y muchos más. Yo sigo abierto a lo
que venga, porque nunca sé qué canción va a aparecer mañana o pasado.

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